Suave elogio a la locura

Bueno, y a todo esto, qué es locura? Estar loco es, después de todo, ser diferente. Envueltos en el traje de la “normalidad” disfrazamos todos aquellos detallitos extraños de nuestra mente que obviamente no dejamos salir a la luz, por pudor, por educación o por el estricto (y a veces hasta socialmente necesario) control que ejerce aquella entidad llamada superyo por los que sí saben.

Ya lo dijo, y bien, Gibrán Khalil Gibrán (pero qué nombre tan simétrico) hace mucho tiempo, en El Loco. Ahhh esto evoca recuerdos de la secundaria, cuando la anciana maestra a la que llamábamos la Verru –que en paz descanse- nos ordenaba con un grito casi gutural, que parecía provenir de lo más profundo de su redondo, moreno y pequeño cuerpo: “saquen el loco!!!”, y nosotros, claro, obedecíamos de inmediato y cada uno sacaba su propio loco.

Me preguntáis como me volví loco. Así sucedió:
Un día, mucho antes de que nacieran los dioses, desperté de un profundo sueño y descubrí que me habían robado todas mis máscaras -si; las siete máscaras que yo mismo me había confeccionado, y que llevé en siete vidas distintas-; corrí sin máscara por las calles atestadas de gente, gritando:
-¡Ladrones! ¡Ladrones! ¡Malditos ladrones!
Hombres y mujeres se reían de mí, y al verme, varias personas, llenas de espanto, corrieron a refugiarse en sus casas. Y cuando llegué a la plaza del mercado, un joven, de pie en la azotea de su casa, señalándome gritó:
-Miren! ¡Es un loco!
Alcé la cabeza para ver quién gritaba, y por vez primera el sol besó mi desnudo rostro, y mi alma se inflamó de amor al sol, y ya no quise tener máscaras. Y como si fuera presa de un trance, grité:
-¡Benditos! ¡Benditos sean los ladrones que me robaron mis máscaras!
Así fue que me convertí en un loco.
Y en mi locura he hallado libertad y seguridad; la libertad de la soledad y la seguridad de no ser comprendido, pues quienes nos comprenden esclavizan una parte de nuestro ser.
Pero no dejéis que me enorgullezca demasiado de mi seguridad; ni siquiera el ladrón encarcelado está a salvo de otro ladrón.


Y son esas máscaras las que nos protegen, a nosotros y a los demás, de nosotros mismos. De la verdad, de la naturaleza y de la vida misma, somos tan ridículos que necesitamos protegernos de la vida. Ayer lloraba (ayer es un decir, me refiero al pasado en general) porque nadie me entendía … para qué queremos que nos entiendan??? Si tampoco yo me entiendo a mí misma … si ni siquiera me conozco!

Día a día caminamos por la calle desnudos y auténticos como perros, nuestro traje de cordura desgarrándose a jirones después de cada zarpazo de realidad. La locura yace tibia bajo nuestra piel, la transpiramos, nos perfuma y nos sorprende cuando menos lo esperamos. Pero creemos andar vestidos y enmascarados, decimos por favor y gracias, trabajamos y oímos las noticias asombrados. Es recién en el umbral de la noche, frente a frente con el reflejo de nuestra alma, que oímos los susurros de nuestro loco interno, el inquilino que nos acompaña desde siempre, que nos hace hacer cosas que no queremos, y con sus incesantes preguntas ahuyenta el sueño. Hasta que rogamos a la conciencia (al superyo enardecido, inclemente) que deje de luchar, que por favor escuche al loco y de una buena vez nos deje dormir tranquilos.